La mujer muerta

"¿No ha tenido nunca la fantasía de vivir en el interior de un cuadro o de una novela, para, de este modo, salvarse de la agresión del tiempo?" Gonzalo Porta -pintor de unos cincuenta años en plena crisis creativa- y Berta, su mujer, deciden abandonar Madrid e instalarse en Cerbal, un pequeño pueblo de la sierra al norte de la capital. Lo que a simple vista se presenta como una programada huida ante el vacío en el que se encuentra inmersa la pareja queda súbitamente interrumpido por una serie de sucesos inquietantes y extraños que ocurren entre aquellas montañas que configuran la zona de "la mujer muerta". Contra todo pronóstico, Gonzalo se ve en la necesidad obsesiva de volver a pintar de forma compulsiva. A partir de ese momento las cosas se complican. Con una prosa intimista y sincera, cargada de iluminaciones poéticas, Manuel Rico recorre, y a la vez cuestiona, el difuso y peligroso límite existente entre el mundo real y el territorio de los sueños, un límite que, a fin de cuentas, es el motor de la creación con mayúsculas.