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1ª Edición / 264 págs. / Cartoné / Castellano / Libro
Dentro de la literatura universal, la china es la de mayor riqueza, y esto se debe en primer lugar a su poesía. Ningún pueblo ha legado a la Humanidad un acervo de tantos y tan excelentes poetas, algunos de ellos figuras cimeras de la literatura universal (Li Bo, Du Fu, Wang Wei,...) como el pueblo chino. Sólo de los poco menos de tres siglos que duró la dinastía Tang (618-907) han llegado hasta nosotros 48.900 poemas de más de 2.200 poetas. Y en cuanto a antigüedad, los primeros poemillas chinos conservados, se remontan a 3.000 años atrás. De ahí el interés de esta Antología, que pretende hacer llegar al lector de lengua hispana la traducción directa de una selección de obras poéticas de diversa naturaleza compuestas por los más destacados poetas chinos a lo largo de estos tres milenios. Pues no hay que olvidar que pese a su importancia e interés la poesía china sigue siendo (aunque afortunadamente cada vez menos) la gran desconocida en Occidente. Por lo que respecta a la forma, si algo define a la poesía china mejor que nada es una palabra: simplicidad. El carácter monosilábico de la lengua literaria antigua, en la que se ha compuesto toda la poesía clásica china, no ya favorece, sino que obliga a esa simplicidad. De suerte que un poema chino es una sucesión de sobrias pinceladas, destellantes a veces, fogonazos, golpes de luz, imágenes que se suceden pausadas o veloces, siempre cadenciosas. Porque la musicalidad, el ritmo, son consustanciales al verso chino, más que en cualquier otra poesía. El poema chino se ve y se oye, inseparablemente. Pero es que además la poesía china no se agota en la musicalidad de sus tonos y sonidos, sino que la plástica del ideograma, aun en sus esquemáticas y abstractas insinuaciones, nos transporta a un mundo de luz y color, de abigarrados reflejos y matizados claroscuros. Y en China no faltan, antes abundan, los pintores de poesía, o los poetas que las pintan. De ahí que en el proceso de traducción resulte imposible conservar esa musicalidad, esos ritmos; reproducir ese flujo de imágenes secuenciales. Por ello, en esta versión el traductor se ha esforzado por despojar al verso castellano de todo elemento no significativo, haciendo el menor uso posible de conjunciones, presentándolo en su mayor desnudez, evitando el uso de comas y puntos siempre que ello no impidiera una fácil comprensión del sentido. De esta manera se puede transmitir, siquiera vagamente, al lector en castellano la sensación que percibe el lector chino, obligándole a un leve ejercicio de composición creadora. Aquí radica la originalidad de esa versión, cuyo objetivo es atraer el interés de los amantes de la belleza hacia esos territorios poco explorados de la estética china. Sirva como refugio y evasión de los horrores y monstruosidades del tercer milenio