Ciencia política, un balance de fin de siglo

La ciencia política, en tanto que disciplina autónoma, es, entre nosotros, bastante joven. A diferencia de otros contextos, muy posiblemente apenas cuente con un par de décadas. Entiéndase bien. No hablo de trabajos de ciencia política. Tampoco de la creación de una Facultad de dicho título que, con sede única en la Universidad Complutense de Madrid, cuenta con historia algo más dilatada, posiblemente gracias a la pertinaz insistencia de algunos valiosos maestros, tal como fuera D. Carlos Ollero. Me refiero a la institucionalización de un saber científico-político propio y a la proliferación de estudios y estudiosos de tal materia. La obra que el lector tiene ahora entre sus manos es fruto de experiencias académicas y posteriores reflexiones. Miguel Jerez es otro ejemplo más del gremio de juristas que acaban aburridos ad nauseam del derecho. Es decir, de los que bostezamos ante el articulado de la ley de montes o de las miles de naturalezas jurídicas contenidas en el Castán de la época. Será difícil encontrar alguna faceta olvidada por Miguel Jerez en esta obra. Más aún, resulta gratificante (se sea marxista o marxólogo) volver a encontrar alusiones al planteamiento marxista y postmarxista, algo que, como es sabido, ya no se lleva. Estamos, en suma, ante un libro de pensamiento y de metodología. Debe estar llamado a ser conocido por cuantos quieran saber cómo, con qué temas y bajo qué métodos la Ciencia Política encara el siglo que está ya ahí. Una labor que, sin duda, hay que agradecer y por la que hay que felicitar a su autor. La ciencia política, en tanto que disciplina autónoma, es, entre nosotros, bastante joven. A diferencia de otros contextos, muy posiblemente apenas cuente con un par de décadas. Entiéndase bien. No hablo de trabajos de ciencia política. Tampoco de la creación de una Facultad de dicho título que, con sede única en la Universidad Complutense de Madrid, cuenta con historia algo más dilatada, posiblemente gracias a la pertinaz insistencia de algunos valiosos maestros, tal como fuera D. Carlos Ollero. Me refiero a la institucionalización de un saber científico-político propio y a la proliferación de estudios y estudiosos de tal materia. La obra que el lector tiene ahora entre sus manos es fruto de experiencias académicas y posteriores reflexiones. Miguel Jerez es otro ejemplo más del gremio de juristas que acaban aburridos ad nauseam del derecho. Es decir, de los que bostezamos ante el articulado de la ley de montes o de las miles de naturalezas jurídicas contenidas en el Castán de la época. Será difícil encontrar alguna faceta olvidada por Miguel Jerez en esta obra. Más aún, resulta gratificante (se sea marxista o marxólogo) volver a encontrar alusiones al planteamiento marxista y postmarxista, algo que, como es sabido, ya no se lleva. Estamos, en suma, ante un libro de pensamiento y de metodología. Debe estar llamado a ser conocido por cuantos quieran saber cómo, con qué temas y bajo qué métodos la Ciencia Política encara el siglo que está ya ahí. Una labor que, sin duda, hay que agradecer y por la que hay que felicitar a su autor.