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Solemos dar por sentado que los jueces saben el derecho, descubren los hechos y hacen justicia. Sin embargo, la percepción inmediata de la comunidad jurídica es que la Justicia se manifiesta más voluntariosa que infalible, pues en su camino hacia la sentencia justa se interponen hasta cinco zonas borrosas. Primera, las arenas movedizas de los hechos, donde el juez debe investigar, admitir y valorar pruebas, y declarar hechos probados, que podrán o no ser falsos. Segunda, la aplicación de un Derecho líquido en tiempos de incertidumbre jurídica. Tercera, las cuestiones procesales, con su doble filo, de cargas y garantías. Cuarta, el discurso lógico propio de cada juez. Y por último, el factor humano, talante y personalidad del juez.
Se impone alcanzar conciencia de las debilidades del sistema judicial en un viaje a lo que los jueces piensan, a lo que valoran, lo que les influye sin saberlo y a los factores psicológicos o procesales que les alejan de la decisión justa. No basta el enfoque teórico sino que debe estar enriquecido con lo que realmente pesa en la decisión del juez.
Desde esta perspectiva, conseguiremos alcanzar conciencia de las limitaciones de la función jurisdiccional y del necesario esfuerzo colectivo para recuperar la confianza en el pleno acierto judicial.