El mundo como voluntad y representación

La disposición del libro, así como las estrechas y mutuas relaciones entre todas sus partes, no me ha permitido dividir el asunto en capítulos y artículos, división a la que habría dado gran importancia, si me hubiese sido posible establecerla. He tenido que contentarme con cuatro grandes divisiones, que representan cuatro aspectos del mismo pensamiento. En cada uno de estos cuatro libros hay que evitar el apartarse del pensamiento principal por los pormenores indispensables al estudio, en los que no he podido menos que entrar, y no se debe perder nunca de vista tampoco la marcha general de la exposición en su conjunto. He aquí la primera exigencia, tan necesaria como las siguientes, que debo proponer al lector malévolo. (Quiero decir malévolo para el filósofo, puesto que el lector es un filósofo).