El sombrero de tres picos

El sombrero de tres picos
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El título destaca certeramente lo mucho que de puramente plástico hay en la obra. Y hace más: declara, a la vez, la importancia que los vestidos, por sí solos, cobran en la disposición del relato. Todo el enredo - y ésta es, por de pronto, una obra de enredo- pende del trueque de indumentarias entre el molinero y el corregidor, que provoca los consiguientes equívocos. Diríamos que en esta obra, tan dinámica, de ritmo tan alegre, hasta los materiales inertes -unos vestidos- gozan de vida, y de vida propia. Hay una escena reveladora en este sentido: sombrero y capa yacen puestos a secar ante el fuego. Las prendas, sin nadie que las ostente, se independizan de su dueño, son ya un personaje mismo de la obra (pirandellianamente: unos "vestidos en busca de usuario") y, por un momento, concentran la atención del lector.

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