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Los cerca de cuarenta años que van desde la firma de la Paz de los Pirineos hasta la muerte de Carlos II fueron testigos de un encarnizado enfrentamiento franco-español a cuenta de los derechos sucesorios de María Teresa, la infanta española cuyo matrimonio con Luis XIV había puesto punto final a un cuarto de siglo de guerra. Apenas habían acabado las celebraciones por el casamiento del Rey Sol con la hija mayor de Felipe IV, cuando la diplomacia francesa comenzó a poner en duda la validez de las renuncias que la infanta había tenido que hacer en sus capitulaciones matrimoniales para asegurar la imposibilidad de una sucesión francesa en España, una maniobra que fue respondida por los juristas españoles con una permanente y cerrada defensa de su vigencia. Sin embargo, y a pesar de la firmeza con la que España defendió siempre el cumplimiento de lo pactado en 1659, el testamento de Carlos II llamaba al trono español a un nieto del rey de Francia, reconociendo así los derechos sucesorios de la dinastía borbónica en perjuicio de la rama austríaca de los Habsburgo. ¿Qué había pasado? ¿Cómo se desarrolló a nivel