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1ª Edición / 272 págs. / Rústica / Castellano / Libro
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Son justo las ideas las que modelan la historia y, por desgracia, en su mayoría son absurdas y peligrosas, además de repetirse de forma contumaz. Realidad de la que tampoco escapa el Derecho penal. Como el lector podrá comprobar a lo largo de esta obra, las actuales racionalizaciones político-criminales, no son sino reiteraciones de viejas especulaciones, más o menos ataviadas con nuevas palabras, cuando no directamente copiadas al pie de la letra. Por ello es tan importante recordar el pasado, la única forma de entender el presente y prevenirnos del futuro. Que los trágicos episodios vividos en el pasado nos sirvan al menos de revulsivo. No es momento de perder la memoria menospreciando el legado que nos deja la historia. La amenaza de regresión a tiempos que la mayoría preferiríamos olvidar está aquí, y me temo que quien tiene este libro en sus manos ya lo sabe, o como poco lo intuye.
Para entender todos los vericuetos y sinrazones de nuestra disciplina, es necesario conocer su evolución que no es sino la materialización del pensamiento de sus protagonistas. Porque si hay algo que no es en ningún modo ideológicamente neutro, ese algo es el Derecho penal y por mucho que nos hayamos empeñado en predicar y practicar lo contrario desde las aulas universitarias durante demasiado tiempo. La Dogmática sin la Política criminal es una aberración y la Política criminal sin la Dogmática un sinsentido. En lo que sí coinciden ambas fórmulas es en beneficiar a los de siempre: los que tienen el poder para someter a los otros. Desgraciadamente, en el plano científico del Derecho (penal), ninguna racionalización antihumana está del todo muerta, aunque a veces permanezca latente.