La ciencia del derecho penal : un modelo de inseguridad jurídica

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Este libro, aunque su texto constituyó la lección inaugural de un curso académico universitario, tiene más de reflexión persona] que de lección. discurso o ensayo. Su autor. en el límite de su carrera profesional, reflexiona críticamente sobre los principios y las categorías fundamentales de su asignatura y en ninguno de ellos encuentra que dos siglos de elaboración dogmática hayan proporcionado a los juristas la necesaria seguridad en el conocimiento ni la deseable coherencia en la creación y aplicación de las normas. Por el contrario, un lenguaje impreciso y plagado de conceptos jurídicos indeterminados; unos valores excesiva mente dependientes en cuanto a su legitimación social de ideologías morales, religiosas o políticas, intransigentes y cambiantes: unos poderes, que. aun en el marco formal del Estado de Derecho, recurren más al voluntarismo que a la lógica jurídica o razonable, convienen lo que la doctrina se empeña en mantener como Ciencia del Derecho Pena!, en un flautus vocis en un trágico abuso o en una conmovedora sinfonía, pero ni una u ota de estas manifestaciones tiene nada que ver con el rigor y la independencia de la ciencia. ni sería adecuado tratar de presentar como ciencia lo que encuentra su justificación más plena en ser un instrumento para la solución de conflictos sociales, lo que siempre requiere buena fe y ¡i veces también imaginación. pero no encumbramientos ni plantearme nms propios de otras esferas del conocimiento, más dependientes de hechos que de valores. Sin embargo, la conclusión final no puede ser de amargura y abandono. La mayor (la única) empresa del hombrees su vida y tiene que vivirla con los mimbres de los que dispone. La solución no está en hacer trasposiciones inadecuadas de conceptos y valores. La solución no está en empeñarse en construir una Ciencia tlei Derecha Penal, que se imponga a los poderes públicos y justifique la existencia de los juristas, porque esto no es realista. Tampoco sería humano el extremo contrario, negando toda virtualidad a la razón y la justicia y dejándose llevar por el escepticismo y la indiferencia, puesto que lodo ello se revela como inútil. Sólo que el campo propio del Derecho, al no ser el de los hechos inmutables, sino el de los valores, la relatividad y el equilibrio entre los intereses de unos y de otros, llama al esfuerzo de la fe y de la esperanza, a potenciar el amor o la solidaridad como el criterio más convincente de interrelación entre los hombres, a justificar la vida de cada día. en el fondo de la conciencia o en la mirada de los demás, con un paso más que nos lleve a vivir en concordia. Dando al Derecho el papel de instrumento que le corresponde. pero poniéndolo al servicio de la «aventura de ser hombres», que es lo que funda la ilusión y da sentido a la existencia, con independencia de cualquier otra ideología.

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