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Es proverbial que Diana/Artemisa, cuyo mítico dominio eran las montañas, valles, prados, ríos y fuentes, era servida exclusivamente por sacerdotisas e iba acompañada por su cortejo de ninfas o lamias, igualmente vírgenes y sustraídas del erotismo, de modo que dejaban de serlo al tener el primer lance amoroso: era la Compañía de Diana, con su correspondiente equivalencia en la mitología céltica. Conviene recordar que Artemisa era igualmente protectora de la juventud, en especial de las adolescentes, y como tal se celebraba un festival de nodrizas en Esparta. Su culto era el más difundido en las colonias griegas, y en todas ellas las jóvenes recibían su protección mientras eran solteras, y las ofrendas al contraer consistían en su cinturón, el vestido de soltera y un mechón de su cabello. Era también protectora de la salud de las mujeres, y presidía los alumbramientos, así como Diosa de la Luna por motivos obvios: las tres fases de la luna, nueva, llena y menguante, coinciden con la doncellez, la edad fecunda y la senilidad estéril, fenómenos asociados a la Naturaleza cambiante y a la fertilidad. Nada más evocador de la Compañía de Diana que la experiencia de Las Danzantas, pues es directa heredera del culto a Artemisa, invariablemente acompañado de danzas, de modo que existía un proverbio griego que decía ¿En qué lugar no ha danzado Artemis?