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Este breve ensayo, que es también una intervención netamente política, o un panfleto bien armado, realiza una lectura directa, sin intermediarios, de la Constitución de 1978. El profesor Oliván parte de un supuesto básico: la Constitución no es un texto sagrado, intocable, que tengamos que acatar religiosamente en los términos en los que fue redactado durante la primera transición. Pero es que, además, justamente esto quedó escrito en el texto de 1978: la Constitución es, parafraseando a Celaya, un arma cargada de futuro con la que el pueblo soberano dice lo que desea, su propio proyecto de un futuro mejor. Allí donde sus deseos no se han cumplido toca, por mandato soberano, hacerlos valer. De la misma forma, allí donde sus deseos se han extinguido (porque nunca fueron completamente suyos, sino más bien concesiones al viejo régimen franquista, que todo lo quería dejar atado y bien atado), urge desalojarlos del texto. Convertirlos en piezas de museo. Este ensayo ofrece una lectura apasionada del texto constitucional, convertida en un arma vibrante en manos de sus verdaderos dueños: los ciudadanos.