MANIFIESTO POR LA OBJECIÓN CRISTIANA DE CONCIENCIA

NON POSSUMUS, NO PODEMOS OBEDECERLES


Ante el proyecto de ley sobre regulación civil del matrimonio, el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal ha manifestado nuevamente su oposición, en nombre del “evangelio de la familia y de la vida”.

Ha recordado a los católicos:

1) “que no podrán votar a favor de esta norma” y,

2) que “en la aplicación… cada cual podrá reivindicar el derecho a la objeción de conciencia”.

Como católicos adultos y conscientes de lo que implica el seguimiento del Evangelio de Jesús de Nazaret nos vemos obligados a manifestar nuestra objeción de conciencia:

1) a una doctrina que no se deriva de las enseñanzas del Evangelio, sino de una determinada ideología eclesiástica.

2) a una norma que, basada en motivos pseudoevangélicos, limita la autonomía de la vida política y propone una desobediencia civil.

El matrimonio civil es una institución jurídica, una construcción humana, que puede y debe evolucionar para acomodarse a los nuevos modos de entender la vida social. El Evangelio de Jesús no propone un modo de regulación jurídica sino un principio de respeto a la dignidad e igualdad esencial de toda persona humana, dejando al César lo que es del César.

El respeto a la persona inspira actualmente muchos cambios de antiguas instituciones. En el caso del matrimonio, al suprimir el principio de autoridad del varón en la pareja y al permitir –no obligar– que se acojan a esta institución de la conyugalidad todos los que quieren ver reconocida por la sociedad su convivencia y mutua entrega en el amor, sin discriminación por la condición u opción sexual.

La Jerarquía afirma que la ley que se pretende aprobar no sería verdadera ley por estar “en contradicción con la recta razón y la ley moral”. Pero no ofrece ninguna argumentación. Se remite a la ley natural como si sólo el magisterio católico fuese su intérprete auténtico. Y atemoriza con futuras catástrofes morales que no se apoyan en hechos reales.

La Jerarquía católica, durante muchos siglos, aceptó la esclavitud y otras muchas instituciones jurídicas que discriminaban a las personas en razón de sus diferencias religiosas, ideológicas o de género. A este respecto, recordamos a los obispos, para su vergüenza, el Syllabus de Pío IX contra las libertades políticas y la prohibición a los ciudadanos italianos de participar en el nuevo estado porque había usurpado los “sagrados derechos temporales del pontífice romano”.

La Jerarquía de la Iglesia española parece colar un mosquito y tragarse un camello cuando trata de sacar consecuencias morales del Evangelio para la vida de hoy: ¿Por qué no obligó a los diputados católicos a oponerse en conciencia a la invasión de Irak que tan decididamente estaba condenando Juan Pablo II?


En conclusión: Como ciudadanos y católicos, preocupados por la “recta formación moral”,

1.- Defendemos que la separación de esferas y competencias está en el origen del cristianismo y en la base de la moderna democracia y paz religiosa.

2.- Consideramos en este caso una inadmisible ingerencia esa invitación de la jerarquía española a la desobediencia civil, tanto si la ha formulado motu proprio como si lo ha hecho al dictado de Roma.

3.- Dicho mandato nos parece irresponsable y antievangélico.

4.- Con toda nuestra convicción cristiana y ciudadana decimos a nuestra Jerarquía “NON POSSUMUS”, no podemos obedecerles.

5.- Hacemos nuestras las palabras que los apóstoles pronunciaron ante las autoridades religiosas de su tiempo: “HAY QUE OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LOS HOMBRES”.


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Bibliografía