FRANCISCO UMBRAL, EL SUBALTERNO GENIAL

La literatura española posee una fauna literaria exquisita y en extremo variada. Hay escritores a todo pasto. Escritores borrados en su propia inmensidad y escritores segundones que hacen lo que pueden con las palabras. También hay algunos que se han convertido en hombres anuncios. De igual modo están aquellos que se mueven bien en el mercado del libro y la pasta. Por supuesto no faltan los consagrados casposos de siempre, atrincherados en la academia encoñando el ambiente literario con su mala fe y su envidia de cretona. Escribir en España más que un oficio rentable, y que proporciona prestigio, es una manera arrebatada de vivir, es una pasión desbordada que integra el músculo del pecho y más abajo; es una toma de partido subrayado que pasa por el tamiz de la escritura lo humano y lo divino.
El mundo literario español tiene, como en todas partes, su cuota de héroes y villanos de rigor, quienes convierten esa actividad de rayar papeles en una épica estridente donde vale todo, en una jolgorio, en una confrontación de estilos y formas de pensar que hacen inevitable la refriega y la polémica. Cuestión, que por lo demás, permite que ni los escritores ni sus lectores se aburran demasiado. Por supuesto que en todas estas trifulcas literarias no faltan los comentarios malsanos, los aguijones castizos y la hablilla venenosa en su más delicado son destructivo. Lo cierto es que la tinta casi nunca llega al río y las hostias se reparten tan equitativamente que la literatura gana una barbaridad.
Francisco Umbral es uno de los autores más controvertidos de la tribu literaria en la actualidad aznarina y etarra. Polígrafo incansable, periodista, columnista, ensayista, novelista, cuentista y por sobre todo umbralista. Él como ningún otro escritor ha convertido la actividad de escribir en una implacable y metafórica maquinaria para la crítica y la polémica en todas las direcciones posibles. Asume la literatura con toda su humanidad posible sin escatimar sus odios y sus amores, todo perfumado con la reseda de una poética y de un estilo que convierte las palabras en metáforas e ideas de gran vitalidad creativa y desfachatada poesía.
En la ciudad de mi adolescencia algunos amigos (Yuri, Pedro y Javier Téllez, Slavko) y yo leíamos con reverencia a Umbral. Su escritura era particular. Queríamos aprendernos de memoria su soltura con algunos temas más que espinosos. Calcar sus ademanes irreverentes de articulista, sus desplantes de dandi como memorialista de Madrid y de sí mismo. Nos seducía los giros idiomáticos en sus textos, su jerga literaria entremezclada con la jerga caliente del barrio, el café, el mercado o el burdel. Nos entusiasmaba la elevada poesía de su escritura nunca inocente y sí perversa e irónica. Su poética perfecta, actual y al mismo tiempo clásica con Quevedo y Cervantes mirando por encima de sus hombros espiando todo lo que escribe. Porque en definitiva para nosotros, aprendices de brujo de la escritura, Umbral era el mago supremo, un clásico anticipado, rabiosamente vivo, subversivamente actual que zarandeaba nuestra modorra inculta con acné y faltas ortográficas, que sacudía nuestra serena ingenuidad literaria enseñándonos que la escritura es ante todo una confrontación creativa con las palabras.
Francisco Umbral es el memorialista de Madrid por antonomasia. Las ciudades valen la pena cuando sus escritores las escriben, las poetizan y las inventan a través de la literatura. Umbral ha convertido a Madrid en carne y verbo pensante, poético, en sueño literario y en luz vectorial de sus recuerdos y emociones más íntimas. Con un dominio excepcional del lenguaje y dueño de un estilo polifónico muy personal que otros se limitan en copiar con resultados risibles o lamentables. En una entrevista lo dijo: «Por lo mucho que me plagian, y encima sin citarme, debo ser ya un género literario».
Umbral se ha labrado su reputación de escritor a fuerza de escribir mucho y sin darle importancia a los géneros. A este respecto Vicente Verdú escribe: "Los escritores sin género son como los exiliados continuos, los individuos sin dinastía, las criaturas sin religión, los pensadores sin fuerte ideología. Frente a estas carencias de principio, deben procurarse casi todo por invención: creando sus patrias fugaces, sus afiliaciones arbitrarias, sus referencias para sobrevivir. De tal combinación de esfuerzos se genera una particular percepción, y de tal manera de percibir, original y heroica, nace como una extrema necesidad el estilo. Hay renombrados escritores de género, de mucho género, sin ningún estilo, pero no se conoce a alguien sin género cuyo estilo no hubiera requerido templarse como un brillante hilo de acero capaz de sostener y lucir su identidad. En este caso, Umbral es el ejemplo entre una pequeña lista de autores que ofrecen lo mejor y más legítimo de la escritura". Umbral siempre ha ido a lo suyo. O sea vivir más la literatura que la vida, traspapelarlas hasta la pasión lúcida. Encerrado en su burbuja literaria ha hecho una obra literaria imprescindible o como él lo ha escrito: "A mí es que nunca me ha interesado el mundo exterior y también quería vivir dentro de la literatura, como un niño/burbuja. A estas alturas creo que lo he conseguido. Lo que no es literatura es marujeo social ¿Dé qué hablan quienes no son escritores? Creo que no tengo un solo amigo que no sea escritor. Es la única especie humana que me interesa."
Esta manera de asumir la literatura lo ha ido convirtiendo en un personaje. Con mucho de dandi y algo de maldito se pasea por Madrid. Impecable en el vestir y con el pájaro de su bufanda al cuello también cuida el estilo al momento de escribir y va de calidad de página en sus artículos y en sus libros. También él se ha inventado un poco así mismo. Se ha creado una leyenda de escritor a tiempo completo tratando de salvarse, de hacerlo mejor que otros escritores.
Su obra va a saltos entre los artículos para los diarios, las memorias literarias, la novela y un etcétera variado y pujante. Cada escrito de Umbral es una certera vivificación/magilización del castellano. Fuera de los géneros es una escritura que inventa el lenguaje a cada punzada de frase. Entre algunas de sus obras podemos mencionar: "El Giocondo", "Las españolas", "Amar en Madrid", "Lorca, poeta maldito", "Los males sagrados", "La belleza convulsa", "Mis mujeres", "Pío XII, la escolta mora y un general de un solo ojo", "Un carnívoro cuchillo", "Trilogía de Madrid", "La derechona", "Valle-Inclán, los botines blancos de piqué".
La vida intelectual de Umbral ha sido tumultuosa. Es un deslenguado descarado y con una memoria que espanta a sus contemporáneos. Los diccionarios tampoco faltan en su trabajo literario. Unos por encargo, "Diccionario de Literatura" ("Este libro es un encargo. En la profesión de escritor se principia haciendo encargos por necesidad y se termina haciendo encargos por vanidad. Quiere decirse que uno ya sólo cree, más o menos, en los libros de encargo. Mejor que tener inspiración es tener encargos") y otros por el puro placer de hacerlos, "El diccionario Cheli".
Lo mejor de Umbral es que parece nunca estar conforme ni como columnista metódico ni como escritor en mayúscula. Le gusta escribir y meter baza. Hace malabares con los temas. Los lleva a sus extremos. Espolea sin miramientos a políticos, duquesas, escritores y poetas. No le deja hueso sano a sus otros colegas de pluma. Va a sus aires obteniendo premios. Aunque ya no los necesita se lo siguen dando como este del Cervantes. Al parecer los premios necesitan a Umbral para barnizarse de prestigio e importancia. Con respecto a esto escribió: "Dentro de la fórmula redundante de premiar al muy premiado, cuando a mí me dieron el Nadal, 1975, algún periódico tituló: ´Al Nadal le han dado el Umbral´. Y encima caía en verso".
En su libro "Palabras de la tribu", Umbral hace un repaso de los escritores de Darío a Cela. Sus comentarios a Rosa Chacel fueron lapidarios: "Es una bruja cruzada de Mary Poppins(...) Está resentida porque quería muchos premios y muchas academias.(...)Por lo demás, Rosa Chacel es una vieja muy pulcra y anda con vagas poetisas evanescentes como Clara Janés". La Chacel le rispotó llamándole cretino y diciendo: "me duele que en la vida literaria e intelectual actúen los subalternos".
Francisco Umbral concita el odio y el amor con igual intensidad. No sin razón Juan Cruz escribe: "Le odian y le quieren, he escuchado las cosas peores y las mejores de Umbral, y todos podemos decir de él lo que está en lo alto y lo que está en lo bajo; le he visto mear en público y le he visto también acariciar la memoria de la gente, llorar literalmente dentro de la fabulación que es, hoy, la dacha de sus mejores tiempos. De todas las cosas posibles que es Umbral hay una sola que es sobre todas las demás: un escritor. Se equivoca, acierta, arriesga, vende o no vende, pero lo que hace es darle vuelta -ahora lo ha dicho, con humildad, pásmense, Umbral humilde, también lo puede ser- a su convicción personal: todo es memoria, y cuando yerra también está haciendo memoria de sus fallos." Juan Carlos Onetti cierta vez que Umbral le hizo una visita, para entrevistarlo, le dijo: "A vos no te quieren, Umbral. ¿Sabés porqué? Porque ganás plata, por eso. Vos ganas plata". Sus detractores y admiradores saben que Umbral no escribe por la pasta. Sus intereses son otros aunque anuncie coches lujosos. Por eso quienes no le quieren aducen que el Umbral escritor ha perdido la perspectiva, que ahora prefiere el dinero a la gloria o como lo ha dicho Juan Manuel Prada: "Umbral está irritado conmigo porque no ha escrito libros de la magnitud de "Las esquinas del aire" y "Las máscaras del héroe", simplemente. Él escribe "Historias de amor y viagra" y "El socialista sentimental" y los compara con estos libros y eso le reconcome. Porque fui una persona a la que apoyó, y pensó que iba a formar parte de esa orbita que le está lamiendo la polla todo el día(...) Umbral es un escritor lleno de talento y un escritor agotado. Tiró el talento a la basura porque quiso sustituir la calderilla de la fama por el oro de la gloria, perdón, al revés, el oro de la gloria por la calderilla de la fama".
Ya Umbral se encuentra situado más allá del bien y el mal. La academia española todavía le mantiene afuera. Camilo José Cela ha denunciado varias veces tamaña injusticia. Lo cierto es que Quevedo y Cervantes están detrás mirando lo que Umbral escribe. Los dos se divierten como niños a cada frase escrita por Umbral. Lo celebran y lo aplauden a cada nuevo hallazgo lingüístico aunque en su diccionario espurio quede fichado apenas como un señor que ha practicado el progresismo de derechas, la cola de grandes estrenos, el cortejo a as marquesas, el llevar el chal a la mujer de otro y la amistad del whisky sin hielo, ya que queda más Bogart. Además de haber escrito algunos libros y artículos. Cervantes y Quevedo celebran de lo lindo porque en verdad celebran la vitalidad de un estilo que revaloriza y vivificada el lenguaje. Lo demás es marujeo social. Greguería frígida y casposa en reunión de académicos. O sea.

UMBRALIANAS "Los poetas son traicioneros, embusteros y envidiosos, pero me gustan así"
"Max Aub era un señoruco que ni siquiera era español, sino un viajante de comercio suizo que llegó a España y se quedó. Su prosa es la que puede esperarse de un viajante de comercio suizo".
"En una España de toreros muertos y trabajadores en paro, en una España adusta donde a los filósofos se les exige un sistema, como ironiza Savater, en una España de talento oficial y política de chabola, Tip es como un filósofo griego con chistera, es la burla de todas las estatuas de Madrid, mayormente de las vivas. Tip cuando escribe, escribe como un dadaísta cachondo."
"Los viejos mamuts de los tristes trópicos del dinero y de la fuerza aguantan en sus tronos de ferralla, ante esa juventud que dimite generosamente de una gloria pagada con dinero falso. Los grandes viejos se quedan solos y aferrados en un oscuro mundo de suicidas".
"Fraga vendió un millón de unamunos. Aquello eran ferias del libro, y no estas de ahora, llena de latinochés y maricones".
"Describir una rosa minuciosa y científicamente es caer en la botánica. Describir un coño con igual técnica es caer en la fisiología. Esta es la razón que me ha llevado a amar y buscar los libros y novelas que tratan de a mujer, pero de la mujer metaforizada, poetificada, lirificada. Para lo otro ya me arreglo yo solo con ella".
"Un día que Cela estrenaba piso, más bien feo, le dijo a su mujer: "Coño, Marina, aquí voy escribir como Gironella".
"Se ha dicho que el estilo es el hombre, pero el estilo es el negro".
"Rubén Darío distinguía entre poetas secos y húmedos. Generalmente le gustaban más los húmedos, como él"
"Clarín, aquel concejal de las letras".
"La columna es el soneto del periodismo"
"Azorín escribe cobarde"

Carlos Yuste


Bibliografía